MAR DE PLÁSTICO
Un joven de Africa occidental llegó un buen día a Campo de Níjar, comarca de invernaderos al este de Almería capital, con el sueño de traerse consigo a su esposa. Se habían casado en Bamako poco antes de su partida. Con ella esperando en casa ansiosa de noticias, él consiguió sobrevivir al Sahara y al Mediterráneo y acabó en el mar de plástico almeriense con una idea en mente: encontrar trabajo en negro, todo el que fuera posible, a la espera de que algún jefe le firmara un contrato con vistas al arraigo, el permiso de residencia y el visado en el pasaporte de su amada. Pero un proceso así tiende a ser largo y a menudo espinoso. En este caso, cinco largos años aguantando explotación laboral, vivienda precaria, desastre medioambiental y una vida social maleada por el racismo y la xenofobia dejan en el joven la sensación de que, incluso con los papeles ya en la mano, encontrar un entorno adecuado para criar una familia sigue fuera de su alcance.